miércoles, 3 de junio de 2015

El llano desde el río, un hogar lejos de casa.

"Todo este campo es mío, mío 
el arco iris baja 

la tarde de musica 

la lluvia de cantaros 

y una garcita plumarosa"

Hay algo de lo que nunca he escrito, realmente no se por qué, ya que es una de mis principales fuentes de inspiración y un sitio al que se que puedo llamar mi hogar.
Una buena parte de mi infancia transcurrió entre dunas de arena hirviendo que se fundian en un río de agua no tan fria y no tan cálida donde pasabamos horas y sólo salíamos para comer (a veces) ¿Cómo no sentirte parte de un sitio tan hermoso?

Hablo nada más y nada menos que de río Cinaruco, en el bajo apure, un sitio que hoy en día es conocido por ser un destino aclamado por los jóvenes con carros rústicos, cerveza y equipos de sonido lo suficientemente grandes, pero asi no es mi casa. Desde que tengo uso de razón recuerdo a mi rio como un sitio apacible donde sólo se oye la respiración de las toninas y las aves pescando, y así es como lo hemos tratado de mantener siempre, imaginándolo como lo era hace unos años, un territorio casi completamente virgen. Desde mi hogar en Aragua agarramos hacia guárico, pasando por los morros que siempre me han parecido nidos de termitas gigantes, recorriendo el estado de punta a punta llegando a los Esteros de Camaguán, cruzando el apure entramos en ese estado de atardeceres, pasando por pueblos llenos de casitas que exiben productos de lo más curiosos, como carne de chiguire salado guindado de ganchos en los techos, brebajes que contienen todo tipo de plantas y que prometen curar desde los dolores menstruales hasta el mal de chagas, catalinas de papelón y arequipe de búfala, todo bajo árboles que cubren a los llaneros del ardiente sol que se despliega sin obstáculos sobre el manto azul del cielo, ya que no hay ni una montaña que le impida el paso. 

"Aquí me quedo contigo, aunque me vaya muy lejos"


Entre Lagunas donde descansan búfalas con pajaritos en sus lomos llegamos al camino de tierra que lleva a Las Galeras de Cinaruco, en el parque nacional Santos Luzardo, que hace honor a aquel personaje tan querido salido de la mente soñadora de Rómulo Gallegos (quienes me conocen saben que es mi escritor favorito) son las únicas formaciones "montañosas" que hay en esos lugares, son una especie de lomas graníticas que geológicamente forman parte de la Guayana venezolana y donde se pueden encontrar, si se buscan bien, petroglifos tallados por antiguos habitantes indígenas de la zona.

Entre la sabana infinita surge un campamento sencillo llamado "El Porvenir" atendido desde hace muchos años por el señor Daniel, colombiano de nacimiento que después de tanto tiempo conservaba su acento vecino combinado con coloquialismos llaneros, ahí dejamos nuestros carros y en lanchas llevamos todo hasta una isla que Daniel muy cariñosamente ha llamado "Isla de Maria Margarita" en honor a mi madre, que no deja que nadie asiente campamento allí cuando estamos, para que no perturben la paz de esa zona. Armamos un campamento que consiste en una cocina general, varias carpas, y en lo que a nosotros respecta, un "toldo de chinchorros" diseñado por mi mamá, donde caben guindados cómodamente nuestros 4 chinchorros.
Nuestro hogar temporal, con una silla donde nos sentamos todas las mañanas a ver el amanecer

Muchos no se imaginarían el contraste de colores y ambientes que guarda el río, el cual emerge entre miles de morichales y guayabitos, recorriendo un camino zigzageante que deja ver playas de arena rosada marcadas con pisadas de alcaravanes y guanaguanares fluviales, bajos donde hay que pisar arrastrando los pies (REGLA NUMERO UNO DEL RIO) cuidando que alguna raya enterrada no vaya a clavar su aguijón venenoso, bosquecitos en cuya sombra descansan las babas, laberintos de agua que entran a lagunas escondidas donde las toninas de vez en cuando salen con su respiración

sonora a observar qué visitante ha llegado a su hogar, y más importante, si este trae algún pescado el cual puedan robarse. En fin, el llano es un reververo de vida, lleno de constante movimiento y sonidos discretos. Por lo general a nuestros viajes llaneros nos llevamos bote de motor y Kayaks, y sin duda una de las cosas más inspiradoras es dejar de remar y simplemente escuchar la vida a tu alrededor, sentirla, sentirte parte de ella.

Laberintos de verdor y vida

El fin principal de estos viajes desde que soy pequeña es la pesca. Mi mamá es lo que yo llamo una "fiebrua integral" ya que ama tanto este deporte que no solo tiene un amplio conocimiento acerca de cañas, carretes y señuelos, sino que hace sus propias plumas, plomos pintados con caras de pescaditos que cual caballo de troya hacemos nadar inocentemente esperando la mordida de algún pez. En el rio hay una gran variedad de peces: Caribes con sus dientes afilados, bagres bigotudos, guabinas prehistóricas, pero el más deseado de todos es el colorido pavón, cuya pelea es la más buscada y su carne es la más versátil para cocinar, hemos hecho desde nuggets de pavón hasta estilo Thai con leche de coco, ¡y todos quedan extraordinariamente buenos!


Pescar no es solo lanzar sin quedarte enredado en algun arbol y esperar a que el pescado muerda el señuelo, para mi es una experiencia que va mucho más allá, es envolverte algo mucho más grande, lanzar, recoger, esperar, respirar, sentir y ser. Luego de horas de remar en esas aguas que nunca han visto más olas que las de los botes y bongos que pasan a toda velocidad, no hay nada mejor que pararte en una playa y recostarte en el bajo, limbo entre agua y arena, para terminar de fundirte con el paisaje. Es increible como nada más hace falta estando allí, sin teléfonos, sin multitudes, sin carros, sin preocupaciones. A veces me pregunto ¿Es necesario regresar a sitios como este para apreciar y disfrutar realmente la vida? yo pienso que si, personalmente creo que a veces necesitamos reencontrarnos cara a cara con el primer regalo que Dios nos dio (después de la vida, claro), con nuestra primera casa, con nuestro lado salvaje que no requiere de tanto para sentirse vivo, solo descubrir que lo está y descubrir su alrededor.



Hablaré de varias microhistorias de mi rio querido, para vivirlo mejor, con más detalle y más de cerquita.

Nunca dejen de SENTIR.

Gala