miércoles, 20 de abril de 2016

Coro desde los médanos: Tierra de arena y brisa

Aproximadamente a las 3pm emprendimos nuestro rumbo hacia uno de los parajes más conocidos y amados de nuestro país: Los médanos de Coro. Me emocionó de sobremanera la idea de conocerlos por fín. Ya nos habían dado las advertencias: terminas con arena hasta donde pensabas que no podía llegar; bueno, eso estabamos por comprobarlo.

Como el sol coriano todavía resplandecía ardiente en el cielo, Víctor, nuestro amigo local nos recomendó a que esperaramos un rato a que bajara y que disminuyera la temperatura de la arena, asi que en nuestra espera fuimos a un serpentario poco ortodoxo que queda en la entrada a los médanos, lo describo así porque es un serpentario móvil. Si, MOVIL. El dueño, un emprendedor apasionado por las culebras, decidió que el hecho de no tener un local no iba a ser impedimento, así que en los asientos de un viejo autobús instaló los terrarios que sirven de hogar a las cascabeles, cuaimas piña, montañeras y demás culebras, que bellísimas nos saludaron con su mirada intrigante y su piel de colores, el señor incluso nos mostró la famosa Tarántula Azul, oriunda de esos lugares, dejando que recorriera nuestras manos con sus patitas peludas, pero se portó buenísimo y dócil (no apto para quien no simpatize con las arañas ni los reptiles)

¡Pueden pasar, queridos invitados!
Al bajar el sol entramos al mar de arena, quitándonos los zapatos para sentirnos totalmente libres, el paraje es increíble, lomas y lomas amarillas con una brisa incesante que hacía que el suelo se moviera. Caminamos hacia la loma más alta, dando vueltas y enterrando los pies. Desde ahí se tiene una vista preciosa, adornada con cujís alrededor, la ciudad de la cual nuestro corazón salió un rato y a lo lejos el cerro Santa Ana. Con la euforia atrapada en nuestro espíritu comenzamos a hacernos parte del paisaje de la manera más divertida ¡Lanzándonos del médano! agarrando impulso y dejandonos volar por unos segundos, para luego rodar colina abajo muertos de risa y con arena hasta en las orejas, luego se sube gateando y en la cima extender los brazos para hacerse uno con el viento. 

Fundiéndonos. Y a lo lejos, las pisadas efímeras de alguien que desapareció entre las colinas

La brisa es tan fuerte que los médanos nunca están iguales, algunos aparecen y desaparecen con el movimiento constante, pudimos comprobar esta fuerza cuando luego de una hora nos percatamos de que nuestros zapatos que habíamos dejado de lado se habían cubierto casi por completo de arena.

Cada vez que veas los médanos será un momento único, porque las lomas nunca permanecen iguales.

Allí estuvimos hasta el ocaso, donde Victor nos dijo con todo el sentido de pertenencia que se veían los mejores atardeceres, y he de admitir que tiene todos los argumentos para decirlo. 

Victor no eligió nacer en estas tierras, pero sin duda se enorgullece de que le haya sucedido

Nos quedamos quietos contemplando el horizonte cambiar de color, mientras la gran esfera naranja emprendía el descenso para acostarse a dormir. ¿Cómo es posible sentirse tan parte de algo que recién estás conociendo? más bien pienso que sitios así no somos nosotros quienes los visitamos, ellos nos conocen a nosotros, y nos hacen sentirnos un poquito más auténticos, más nuestros, nos llevan a rincones de nuestro corazón que solo podrían ser tocados al estar ahí, siendo. ¿En ese momento?

Venezuela
Un sitio donde, escondida entre el cielo multicolor y el mar de arena, dejé una partecita de mí, y a donde volvería seguro.

Gala

sábado, 2 de enero de 2016

Coro desde el casco: Los comienzos de Venezuela

En septiembre tuvimos la oportunidad de hacer lo que bautizamos como un "Mini roadtrip" por algunas partes de Venezuela que nos permitieran conocer detalles escondidos dentro de este país que nos vió nacer. Emprendimos nuestro  viaje Federico, Cris, Francisco y yo en un plan de parejas aventureras. Arrancamos en la tarde del 1ro de septiembre desde Turmero, nos tomó cerca de 6 horas en carretera llegar a Coro donde nos recibió una de las posadas más lindas del mundo. Ubicada en el centro de la ciudad de Coro, "La casa de los pájaros" está hecha en una casa colonial, de esas con patio central y aires de pasado. El dueño, un arquitecto que le inyecta claramente sus influencias artísticas a la casa, se esmeró en decorarla con cientos de antiguedades y murales de artistas locales, en sus paredes están escritas palabras de cariño y buenos deseos de viajeros que, como nosotros, quedaron encantados con el buen recibimiento.

Espacios comunes de "La Casa de Los Pájaros"



En la mañana del 2 de septiembre (Día de mi cumpleaños) comimos un rico desayuno cumpleañero en la posada para luego salir hacia el casco histórico. Todo el centro de Coro, o Santa Ana de Coro, se mantiene como estancado en el tiempo, como si los años desde su fundación aquel 26 de julio de 1527 no fueran tantos. Habiendo sido la primera capital de la Provincia de Venezuela, se puede decir que estabamos pisando los principios de nuestra patria. El cielo azul y el día soleado presentaban el escenario perfecto para nuestro recorrido. En la plaza Bolívar cerca de la iglesia de San Francisco, repuntando majestuosa con el contraste del cielo azul sin nubes, nos encontramos con Victor, un amigo de Francisco nacido en coro quien se presento como el mejor y más divertido guía, al menos hasta que nos encontramos con el señor Freddy, un historiador que nos llevó por todos los monumentos echandonos el respectivo cuento.

Iglesia de San Francisco levantándose majestuosa con sus calidos frente al cielo azul.

El casco histórico de Coro fué declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1993, y para entender el por qué sólo hay que caminar por sus calles de adoquines y sus casas de colores que guardan la historia más remota de nuestro país, y mejor si la brisa incesante te ayuda a imaginarte a las personas con sus atuendos coloniales sentados en los balcones. Visitamos la cruz de San Clemente, la cual fué la que se utilizó en la primera misa después de la fundación de Coro, por lo que también es símbolo de la construcción cristiana del país, cerca por su puesto de la iglesia de San Clemente, pequeña, tierna y rudimentaria, la cual se caracteriza extrañamente por tener un ancla guindada en el techo. Nos paseamos por la casa de las ventanas de Hierro, la cual es característica porque sus dueños originales, mantuanos pudientes, elaboraron las ventanas de la casa de ese material el cual intercambiaron por cacao. Esto era una de las mayores muestras de ostentosidad de la época.

Revelando la influencia mora que trajeron los españoles, estas ventanillas claramente de origenes árabes se elaboraban para separar a la servidumbre de los amos, y desde aquí los esclavos podían ver a los invitados que llegaran a la casa, sin ellos ser vistos.
Entre contrastes de colores cálidos distintivos con los que pintan las paredes de las casas saliamos de una y entrabamos en otra. El balcón de Los Arcayas es característica por su enorme balcón con vista a la calle y al gran patio, que presentaba una placentera área de recreación para la época, convertida la casa hoy en día en un pequeño museo. Pudimos ver muchas cosas de lo más pintorescas, como los fósiles del caparazón una tortuga gigante, bóvedas secretas donde se escondían los tesoros familiares, árboles de olivo macho cuadros retratando a los primeros dueños de las casas con sus mejores atuendos, todo en un ambiente lleno de historias, calor fresco y venezolanidad. 

Calles que transportan al pasado

Pasillos
Terminamos nuestro recorrido ante el calor de mediodía en el museo de arte de Coro, donde con cariño nos despedimos de nuestro guia Freddy, quien nos confesó que su orígen era Nicaraguense, pero que a pesar de venir de tierras tan lejanas, sabía más de nuestra historia que muchos de nosotros.

Freddy, nuestro guía Nicaraguense en Coro.
Bajo la sombra que nos brindaban los árboles de la plaza Bolívar nos sentamos a conversar refrescándonos con la brisa. Quedé tan fascinada de haber conocido los inicios de quienes somos, de la amabilidad de la gente, de lo bien cuidados que están todos estos monumentos, de ver con esperanza que todavía quedan personas que amen lo nuestro y pueblos que conserven su escencia. 

Nunca dejemos de tener curiosidad de nuestros orígenes, de tener presente nuestra identidad. Al fin y al cabo, eso es lo que realmente nos hace Venezolanos.

Gala