Dame calma y dame vértigo
Montamos el campamento en el "Hotel sucre", el cual simplemente consiste en unas saliencias pétreas que evitaban que nuestras carpas se innundaran ante cualquier chaparrón. La cocina estaba a la izquierda, las carpas a la derecha, y la vista marciana en frente, donde los caminos rosados tal cual cuento Grimmesco sobre la piedra negra, debido a el paso incesante de los turistas que diariamente hacen un poco menos virgen al tepuy, nos guiaron durante nuestra estadía.
Sólo expongo aquí uno de los días plasmados en mi bitacora, aún impregnada del olor húmedo del liquen, y como un abrebocas, parafraseo una frase bastante atinada que escuché en la bellísima película de producción nacional "La distancia más larga"
"Es como estar en la cima del mundo, pero mejor"
DIA 6 25/08/2014 Cañón del guácharo-Abismo-Cueva Hotel del Guácharo-Cueva Ojos de Cristal
"Hoy nos levantamos tarde, como a las 7:00am, dormí mucho mejor que ayer (A Mariana le tocó el medio y durmió malísimo). Abrimos los ojos dentro de una nube que no nos dejaba ver ni siquiera las piedras que teníamos en frente. Mariana y yo nos levantamos a hacer el desayuno, pero encontramos ya en la cocina que Giuseppe nos había robado el trabajo. Igual coronamos unas Domplinas que estaban comiendo los pemones, las cuales son como arepitas andinas hechas con harina de trigo, sal, azúcar y agua, excelentísimas. Comimos avena, nuestro desayuno habitual, con un poquito de granola que sobró de ayer. A las varguistas Hernán les llevó el desayuno a la carpa, super consentidas. Ahí mismo salimos armados con nuestros bolsos de ataque y nuestros impermeables tras Frank y Elías al Cañón del Guácharo. El camino fué subidas y bajadas entre las piedras, yo con las crocs de Cristina porque mis zapatos habían muerto (A mala hora descubrí que la humedad es la peor enemiga de las suelas). Al principio estaba algo amargada por el incidente, pero con cada paso por el camino rosado y cada Drosera que me daba los buenos días mi ánimo mejoró.
En el camino la pobre Andrea se dobló la rodilla, por lo que tuvo que quedarse mientras los demás continuábamos entre grietas que tenían un mundito con vegetación propia, hasta que entre rocas surgió una enorme, de 300mt de profúndidad, cuya imponencia te hacía poner el corazón chiquitito. Nos tuvimos que apoyar sobre una roca que estaba a una corta distancia del borde para asomarnos al fondo, donde los pajaritos ciegos cantaban con chillidos exponenciales, haciendo eco de su historia y sus misterios no resueltos. ¿De dónde vienen? ¿Qué comen? ¿Cómo habrán llegado allí? Cosas que aún no se saben, pero que su incógnita emociona.
Tomamos varias fotos y dimos vuelta atrás. Frank se regresó al campamento con Andrea, Ray y María, mientras que los demás seguimos hacia un abismo que había cerca. En el camino comenzó a llover, por lo que Elias nos llevó a un Hotel llamado "El Guácharo" donde nos refugiamos. Nos dió curiosidad una entrada de cueva que tenía el hotel, asi que guiados por Elías y por las ganas de explorar entramos con las únicas 3 linternas que teníamos. Fué emocionante, tuvimos que arrastrarnos para pasar por una parte super estrecha, me imaginaba a mi abuelo en caminos como este, pero jamás tocados por el hombre, llegamos a una recámara donde, si apagabamos la luz, no veíamos ni la palma de nuestra mano, sin poder diferenciar el tener los ojos abiertos de los ojos cerrados, tratamos de sumegirnos en el aura milenaria del silencio, pero algunas risitas, quejidos y bromas lo impidieron. En nuestro camino de regreso nos encontramos con una cruz hecha de piedras, y con un sustico interno salimos preguntándonos qué haría allí.
Nos encontramos afuera con William y Cristina I que no habían entrado, junto con un grupo de personas que llegaron a instalarse en el hotel. El guía caraqueño al vernos emerger con la curiosidad en el rostro nos recomendó ir a la "Cueva Ojos de Cristal" que no quedaba muy lejos. Me emocioné mucho, pues ya había leído de ella en el libro de mi abuelo. Antes de esa aventura Elías nos llevo al Abismo, al cual llegamos a los 5 minutos de camino, recibiéndonos una niebla densa que se disipó al poco tiempo, ofreciéndonos la mejor vista del viaje, con la sabana infinita extendiéndose más allá de Paraitepuy y el Kukenam al lado bañado de nubes, fué increible estar en la cima del mundo. Tomamos fotos entre vértigo, risas y asombro, compartiendo los snacks que nos quedaban. Abajo vimos campamento base, lleno de personas queriendo subir, emocionadas imaginándose lo que conocerán, asi como yo lo estaba en su momento. Me siento alguien diferente aquí arriba, mis ansias de conocer se multiplicaron, mi curiosidad se ha duplicado, y mis ganas de vivir no se comparan con nada, este viaje ha sido una bendición gigante.
Drosera roraimae, plantita carnívora abundante en la cima, esperando con sus garritas algún insecto distraido
En el camino la pobre Andrea se dobló la rodilla, por lo que tuvo que quedarse mientras los demás continuábamos entre grietas que tenían un mundito con vegetación propia, hasta que entre rocas surgió una enorme, de 300mt de profúndidad, cuya imponencia te hacía poner el corazón chiquitito. Nos tuvimos que apoyar sobre una roca que estaba a una corta distancia del borde para asomarnos al fondo, donde los pajaritos ciegos cantaban con chillidos exponenciales, haciendo eco de su historia y sus misterios no resueltos. ¿De dónde vienen? ¿Qué comen? ¿Cómo habrán llegado allí? Cosas que aún no se saben, pero que su incógnita emociona.
Los Guácharos cuentan sus secretos entre canciones resonantes. Foto por: Mariana Lombana
Tomamos varias fotos y dimos vuelta atrás. Frank se regresó al campamento con Andrea, Ray y María, mientras que los demás seguimos hacia un abismo que había cerca. En el camino comenzó a llover, por lo que Elias nos llevó a un Hotel llamado "El Guácharo" donde nos refugiamos. Nos dió curiosidad una entrada de cueva que tenía el hotel, asi que guiados por Elías y por las ganas de explorar entramos con las únicas 3 linternas que teníamos. Fué emocionante, tuvimos que arrastrarnos para pasar por una parte super estrecha, me imaginaba a mi abuelo en caminos como este, pero jamás tocados por el hombre, llegamos a una recámara donde, si apagabamos la luz, no veíamos ni la palma de nuestra mano, sin poder diferenciar el tener los ojos abiertos de los ojos cerrados, tratamos de sumegirnos en el aura milenaria del silencio, pero algunas risitas, quejidos y bromas lo impidieron. En nuestro camino de regreso nos encontramos con una cruz hecha de piedras, y con un sustico interno salimos preguntándonos qué haría allí.
En la cima del mundo, foto por: Mariana Lombana
Nos encontramos afuera con William y Cristina I que no habían entrado, junto con un grupo de personas que llegaron a instalarse en el hotel. El guía caraqueño al vernos emerger con la curiosidad en el rostro nos recomendó ir a la "Cueva Ojos de Cristal" que no quedaba muy lejos. Me emocioné mucho, pues ya había leído de ella en el libro de mi abuelo. Antes de esa aventura Elías nos llevo al Abismo, al cual llegamos a los 5 minutos de camino, recibiéndonos una niebla densa que se disipó al poco tiempo, ofreciéndonos la mejor vista del viaje, con la sabana infinita extendiéndose más allá de Paraitepuy y el Kukenam al lado bañado de nubes, fué increible estar en la cima del mundo. Tomamos fotos entre vértigo, risas y asombro, compartiendo los snacks que nos quedaban. Abajo vimos campamento base, lleno de personas queriendo subir, emocionadas imaginándose lo que conocerán, asi como yo lo estaba en su momento. Me siento alguien diferente aquí arriba, mis ansias de conocer se multiplicaron, mi curiosidad se ha duplicado, y mis ganas de vivir no se comparan con nada, este viaje ha sido una bendición gigante.
Caminamos hacia la cueva Ojos de Cristal, la cual fué descubierta por unos checos hace como diez años, evento que causó revuelo en la sabana. Bajamos por unas piedras que escondían la entrada húmeda llena de helechos, como sacada de un libro de mi abuelo. Entramos uno detrás de otro viendo las grietas profundas llenas de agua con el murmullo de alguna pequeña caída. Nos encontramos con los "Ojos de cristal", unos huequitos misteriosos a través de los cuales se ilumina el agua con la luz de la linterna, llegamos al final a una recámara llena de grietas, con dos cascaditas y una cueva subterránea cubierta por aga. Es increíble pensar en todas las cosas que quedan por descubrir, me imagino lo que habrán sentido los que pisaron esta cueva por primera vez. Salimos como emergiendo del centro de la tierra, nos encontramos esos grillitos ciegos, como el Hydrolotus brewerii, nadando y andando, me gusta que aquí haya gente que comparta mis excentricidades y curiosidades, ser movidos por lo mismo es genial. Regresamos al campamento, yo pisando a duras penas por mi pie adolorido. Tomamos un almuerzo tardío riquísimo de pasta con atún, aprovechando luego para conversar y descansar, algunos subieron a la parte alta del hotel, pero en no mucho la lluvia nos llevó a refugiarnos en la carpa y en las conversaciones tranquilas. La cena la preparamos Mariana y yo, la cual consistió en arepitas hechas con la poca harina PAN que nos quedaba y uno de los 3 paquetes de avena que sobraba. Quedaron ricas, nos las comimos con el diablito que sobró (Como 6 paquetes) y Rikesa. Tomamos manzanilla caliente mientras Frank nos enseñaba palabras en Pemón (William también nos enseño algo, ¡una canción en chino!) y la cultura indígena, acerca de lo cual pudimos reflexionar bastante, ya que es evidente que en unos años, las verdaderas tradiciones indígenas se habrán perdido. Con cada palabra mis ganas de conocer a más gente como el, gente de otras culturas, aumenta. Nos dirigimos en la oscuridad a nuestras carpas. Este viaje ha sido lo mejor, no quiero regresar, ya estamos planeando nuestras próximas aventuras. Para terminar, fuimos a dormir "Con línea directa al cielo de tantas estrellas" (Un pequeño fragmento del diario de Francisco)"
Gala
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