El libro que escribió mi abuelo acerca de Roraima fué mi fiel acompañante durante los preparativos previos al viaje, y claro, la ayuda y experiencia de mi mamá tampoco podía faltar.
La aventura comenzó con sólo esa invitación, ya que del grupo de 15 personas, apenas conocía a dos, pero eso más bien le agregó un condimento de emoción al viaje imaginario, con el que soñé desde el día uno hasta el momento de subirme al autobús. Nos montamos sobre los hombros nuestras mochilas cargadas con algo de peso, poquísima ropa y llenas de entusiasmo. Tomamos un autobús que salía de Puerto La Cruz hasta San Francisco de Yuruaní, un pueblito turístico donde las artesanías y las empanadas contimentadas (con bachaco creo yo) cobran protagonismo, asi como los pemones que le ofrecen a los turistas un poco de tradicionalidad mezclada con los efectos infalibles de la globalización, que a la mayoria de los visitantes para nada incomodan, sintiéndose aventureros con sólo probar un vestígio de lo que son las costumbres indígenas. Después de un viaje tortuoso llegamos, y de allí sin descansar tomamos un jeep hasta Paraitepuy, que en pemón significa "Sandalia" ya que según sus leyendas, ahí fué donde uno de sus tantos dioses dejó sus sandalias para descansar. Se trataba de una comunidad pequeña, con casitas distribuídas entre colinas que dirigian los senderos por conucos y planchas con casabe fresco, bajo la mirada inocente de morenos niños achinados, quienes nos sonreían con pena y curiosidad, ocultándose detrás de sus manitos tiernas o apartando la mirada entre risas, todo tenía un aura interesante, pero no te dabas cuenta de su verdadera mística hasta que subías la mirada y veías hacia el frente. Sentí el corazoncito bailando miles de canciones juntas cuando lo vi, al que tenía tanto tiempo queriendo conocer. Entre las nubes que llenaban un cielo antipáticamente gris se asomó un tepuy tímido, dándonos la bienvenída. Ahí fué donde realmente comenzó todo.
El cielo de Roraima en agosto no siempre sonríe, ya que es temporada de lluvia
Roraima, la gran montaña azul (rora-ima) para los pemones, intacta, sabia y milenaria.
No puedo describir lo que fué todo mi viaje, uno de los mejores que he hecho, uno que aviva la pasión juvenil escondida hasta en el más anciano. He aquí uno de los días, antes de subir al a cima, tomado de mi fiel diario, quien permaneció seco desde el primero hasta el último día. El viaje consistió en tres días subiendo, tres días en la cima y tres días bajando.
DIA 3 12/08/2014. Kukenam-Campamento Base
" Estoy escribiendo desde la carpa de Cristina y Francisco, a donde vinimos Mariana y yo para conversar y escribir un poco. Hoy nos levantamos a las 6:00am, con un clima tan rico que sólo el cielo azúl fué lo que me motivó a salir de mi sleeping, ante las quejas en broma de Mariana. Recogimos todo rapidito, desayunamos bollitos con diablito (buenísimos) aprovechándolos al máximo bajo la advertencia de que no comeríamos hasta llegar a la base. Me puse la ropa mojada, pero con lo caliente del sol se secó en un dos por tres, y con lo lindo del día lo que provocaba era darse un chapuzón en el rio helado, sin importar mojarse otra vez. Emprendimos la marcha entre bromas donde el pudor definitivamente no nos acompañó, y el bullying colectivo era el protagonista, nadie se salvó. Caminamos con la vista fija en el tepuy y los ánimos a mil. La mayor parte del camino estuve atrás con Marco y Mariana, y otras veces anduve sola, parando a veces para recoger agua en algún riachuelo semivirgen que encontrara. Marco nunca dejó de estar pendiente de los que se quedaban atrás, realmente se portó como un super buen organizador.Cada vez nos acercábamos más y más a Roraima, aumentando exponencialmente la emoción de conocerla.
Entre subidas y bajadas el rio Kukenam con sus aguas turbulentas nos dió la bienvenida. Cruzarlo a pie agarrado de una cuerda es parte divertida de la aventura
Muchas veces que me queda sola veía hacia adelante, casi sin creer que estaba frente a ese gigante milenario, cada paso más cerca. Disfruté muchísimo mi soledad, parando para fijarme en los detalles, la vegetación baja y los troncos quemados, que Thilo (el hijo del guía), me contó fueron árboles de un bosque que se quemó, dándo orígen a la sabana. Andar sola y andar acompañada eran como dos viajes distintos, donde disfrutaba de modos diferentes, pero ambos me encantaban. Al tiempo de caminata me comenzó a doler mucho el pie, pero sin embargo llegué bajo la lluvia a la base, pudiendo apreciar una de las vistas que más me ha dejado sin aliento en mi vida. Me quité las botas, armé la carpa con Francisco, y andamos descalzos, embarrialados y felices por el campamento. La zona de nuestras carpas estaba llena de barro, quedaba al lado de una chozita donde pusimos los bolsos y la cocina. Habían otras mejores, pero eran para aquellos que habían pagado más, la vida del estudiante es dura. Igual estábamos felices.
Debo confesar que apenas vi el anuncio de inparques que decía "bienvenidos a campamento base" el suspiro que dí fue bastante de alivio, estábamos cansados. Nos tomamos muchas fotos que no daban justicia a lo que veíamos: un tepuy despejado, inmenso, con su pared rajada de colores terrosos, sus saltos cayendo como hilos blancos, las nubes como gorgoteante espuma bajaban de la cima, y el bosque a sus pies. Ojalá pudiera retratarlo, describirlo, pero son cosas que sólo se entienden cuando se ven, inexplicables.
Sin palabras
Almorzamos lo que estaba planeado para la cena ya que teníamos MUCHA hambre, pasta con atún y vegetales, buenísima, y las bromas entre los miembros para nada discretos de nuestro grupo hicieron que me doliera la barriga de tanto reír.
Olvidé mencionar que me emocioné muchísimo con el cambio de vegetación, sobretodo cuando vi por primera vez en persona una Stegolepis guianensis. En cierto momento apareció un hippie simpático y coqueto que habíamos visto en Kukenam, y que sabía bastante de fauna y flora. Nos enseñó varias plantas, entre ellas la Epidendrum secundum que tanto deseaba conocer, y que en libros se veía mucho más grande, el sabía mucho, y resulta que conocía a mi abuelo, para rematar era medio primo mio, Ricardo Capriles se llamaba, ese apellido que nos une a todos los de venezuela, excusa que usamos desde entonces para llamarnos primos entre todos, que pequeño el mundo, ¡incluso cuadranos con él alguna subida al pico Humboldt!. Al anochecer brindamos con Toddy por nuestra llegada y el cumpleaños de Mei, motivo por el cual también le picamos una tortica super cuchi de zanahoria. Jugamos entre todos a "la eliminatoria" como si estuvieramos en un reality show, cuyas reglas y motivos para eliminar desconocíamos, pero que nos divirtió de todos modos. Después de eso calabaza calabaza, cada quien para su carpa. Para cerrar con broche de oro, la noche estaba indescriptiblemente bella, salpicada de infinitas estrellas. Vimos satélites, estrellas fugaces, y nos permitimos soñar despiertos por un ratico, aunque nadie estaba dispuesto a echarnos algún cuentico o anécdota fantasiosa, asi no fuera verdad, pero sólo para ayudarnos a hacer volar nuestra imaginación un poquito más. Ahorita Mariana y yo estamos en carpa ajena, conversando hasta que nos venza el sueño. Éste viaje ha sido lo máximo, y me emociona el solo pensar en todo lo que vendrá"
Gala
Galaaa, gracias por compartir tu diario.
ResponderEliminarAsi es, este viaje fue lo maximo, tambien uno de los mejores que he hecho.
Me hiciste recordar y reir de los momentos emocionantes que pasamos.
No pude haber escogido un mejor regalo para mi cumpleanos, el Roraima y la naturaleza... Simplemente indescriptible lo hermoso que es.
Sin duda alguna, una experiencia inolvidable, me da gusto haberla compartido contigo.
Que linda descripcion =D
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