"Me marcho por el Samán, Mantecal y La Estacada,
por Bruzual y San Vicente y Quintero inolvidable,
Palmarito y Guasdualito por Elorza y El Amparo,
Puerto Páez, La Trinidad, saludo al Capanaparo,
El Yagual y Guasimal, son vecinos de Guachara..."
por Bruzual y San Vicente y Quintero inolvidable,
Palmarito y Guasdualito por Elorza y El Amparo,
Puerto Páez, La Trinidad, saludo al Capanaparo,
El Yagual y Guasimal, son vecinos de Guachara..."
Todos tenemos esa canción que nos transporta directo a aquellos viajes familiares tan particulares que marcaron nuestra niñez con risas y miradas largas por la ventana, viendo el paisaje cambiar y los árboles pasar. "Apure en un viaje" es eso para mi, y es que El Llano ayudó a formar mi carácter inquieto y mi mente soñadora desde pequeña. Acostumbrados a viajes donde un chinchorro y una caña de pescar son los implementos más importantes del equipaje, no sabía qué esperar cuando me dijeron que íbamos al famoso Hato El Cedral, emblemático destino ecoturístico.
Chiguire vigilando la sabana, chiriguire (El ave) sacando garrapatas |
Mono araguato, como quien no quiere la cosa
Dos paseos diarios estaban incluídos, oportunidades perfectas para captar con una cámara la inmensa biodiversidad sabanera. Nuestro guía era un llanero con acento cantao y ojos aguarapaos, nacido en Elorza (A donde todos los 19 de marzo la gente se viste de fiesta), paraba la camioneta donde nos transpotabamos cada vez que quisieramos bajarnos para tomar alguna foto desde el suelo. Por una de las rutas que tomamos, entre el polvero y los chiguires emergía la sabana de un lado, y el estero, tan inmenso como un mar, con ilusiones de tierra ya que su superficie estaba casi totalmente cubierta por una densa Bora (a cuya flor le mientan "Viajera del rio"), del otro, mostrando las dos caras del llano.
"La quise tocar, la quise abrazar, quise amarla como a ti" - Viajera del río
Las aves adornaban con su andar particular la sabana. Manadas de patos Guire se acompañaban siempre de una corocora roja, que como un punto incandescente alumbraba entre tanto marrón, las garzas blancas y garzas morenas elevaban su vuelo agraciado, olvidandose de conflictos raciales y esos temas que nosotros los humanos nos empeñamos en darles tanta importancia. Chiriguires hacían un gracioso espectáculo al montarse sobre los lomos de los chiguires, quienes se recostaban relajadamente para que les sacaran las garrapatas. Todo el llano nos mostraba su cotidianidad, bella
El sueño llanero de Mandela, corocora roja y zamurita |
hasta en el más mínimo aspecto. Por el agua abundaban las babas, que con sus ojos de candil (Como ánimas fantasmales si se les alumbra de noche, mostrando dos puntos rojos mirando fijamente) nos veían indirectamente mientras reposaban al sol, unas más grandes, otras tan pequeñas que provocaba adoptarlas, ponerles un nombre y abrazarlas, claro, ninguna tan grande como el caimán (con más cachos que un venao y más dientes que 20 babas) quien haciendo galas de las características en común con sus antepasados, le da a uno la impresión de encontrarse cara a cara con una bestia prehistórica. Incluso llegamos a encontrarnos en el camino con una señorita que hizo que a muchos se les erizara la piel, la muy coqueta Eunectes murinus, conocida coloquialmente como Anaconda, quien estaba con una parte de su cuerpo abombada revelando que había tenido un buen almuerzo a base de tortuga o pato, tan lisa, tan bella, y a la vez tan pútrida, que olor tan terrible el que emanaba de su cuerpo coloreado.
Esa muchachita, tan brava y tan bonita (Así les gustan, eso dicen)
Paternidad |
¡Tantos años conociendo el llano, y tantos detalles en los que nunca me había fijado! ciertamente muchas veces no vemos más allá de lo que está frente a nuestras narices, o no nos tomamos el tiempo para observar realmente lo que nos parece cotidiano. ¡A veces el sólo hecho de disfrutar un momento común puede cambiarte la perspectiva completamente de lo que llevabas años viendo! Pudimos ver a un Martín pescador con una presa en el pico dársela a un ejemplar más joven, asumimos que su hijo, para que éste le pegara golpecitos contra el sitio donde se hallaba parado, y luego se lo tragara, aprendiendo el arte de comer pescado ¿cuántos martines pescadores que vi antes en el río habrán pescado para enseñarle a sus hijos?
Creo que una de las cosas más mágicas del hato fué el atardecer, y con eso no me refiero sólo a la puesta de sol, sino a todo lo que involucraba esa hora: El cielo multicolor innundado de aves que volaban de a miles hacia sus camas, reagrupandose cada cual con su igual, ese cambio de temperatura sutil, el cambio en la brisa, a esa hora las coplas se vuelven melancólicas, y como la tapa del frasco el lienzo celeste con su esfera inmensa, bajando rápidamente para que el azul se vuelva naranja, morado, verde y amarillo. Realmente Dios ideó todo tan perfecto que podemos tener un espectáculo artístico hermoso todos los días de nuestra vida, para poder terminar nuestra pesada jornada con un suspiro al ocultarse el sol.
¿Cómo no quieres que sueñe con el sol de los venaos?
Nunca, nunca, pero nunca dejemos de sorprendernos.
(Y eso que no les conté de las estrellas)
Gala
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