jueves, 25 de julio de 2013

Dame una de queso

Un alboroto de voces y fritanga alteran la armonía mañanera de las calles margariteñas. Escondidas bajo el cúmulo de personas abarrotadas se encuentra "La empanadera", cuyas manos emplean esa técnica pasada de generación en generación, para arropar el relleno con una manta de masa, para protegerlo del infierno de aceite en el cual se dará un baño algo cálido. 
Mientras trabaja sin ver, alza su voz ante los pedidos de los clientes, que se amontonan alrededor del puestico, pidiendo sin la mera existencia de una fila, dos de queso, una de carne, tres de cazón, cazón, cazón ¡SABROSO CAZÓN! famosa en los arededores por la sazón particular de éste guiso, ni desabrido ni salado, que prepara su propio esposo en casa todos los días, haciendo completo uno de los negocios familiares más autóctonos de la isla, donde se dice que el sabor del cazón es propio de cada persona, y es uno de los secretos que sólo se le revelan a los hijos que mantendrán futuramente el negocio. Entre risas y chalequeos la empanadera saca los pedidos, con su voz fuerte y mandando tanto a sus hermanas como a los clientes, sin distinción de sexo, raza o color, con esa personalidad de mujer venezolana, fuerte y característica, sin faltar, por supuesto, ese acento oriental que le agrega un toque de sabor.
- sisisi mijo aquí está, eran cinco, cómaselas rápido que se enfrian, ¡pero no ahorita vale, que están muy calientes!... Pero que se quema vale, échele una salsita. ¡Nicelia! ¡Sale una de pabellón!

y entre salsas que uno nunca sabe con certeza de qué son ni con qué están hechas, se fajan las señoras, entre camaradería con los clientes que se rien todos de sus ocurrencias, se pasan los frascos, y hacen que tu desayuno sea toda una comida familiar, con personas que ves por primera y probablemente por última vez en la vida. La esencia de la personalidad venezolana plasmada en una bolsita enchumbada de aceite, en un mordisco volcánico que suelta ese vaporón.
Tuve la osadía (y vaya que doy gracias por eso) de pedir la especialidad de la región: Empanada de pabellón margariteño, tan grande que debes agarrarla con las dos manos, "Más grande que una cachapa" dicen, y con toda la verdad del mundo, pero su tamaño no se compara con su sabor. ¡UFF! no se van a arrepentir de comersela, nisiquiera cuando tengan que comprar el alka-seltzer porque están demasiado llenos.
y para no perder el apetito, acompaña tu empanada con un juguito.

Entre olores y sabores me enamoro más de ti
suspiro, sonrío, escucho, no dejo de sentirte en lo sencillo
eres parte de mí, y de tu esencia estoy hecho
no me lamento, te siento, te siento.

Por cierto, que sabroso es el cazón... ¿Quién puede pedir empanada de queso en la playa? Nunca he entendido eso...

jueves, 18 de julio de 2013

Los peñeros hablan de Margarita

El son de un polo suave, con sus diez versos de ocho sílabas cada uno, forman el aura feliz y autóctona que representa la Isla de Margarita, o como le dicen los locales, "láisla". El calor de mediodía con el sol pelao' se ve como el paraíso para los europeos, quienes reposan como camarones insolados en las orillas de las playas que se ven por la carretera, pero para los que viven por allí en un verano eterno, la sombra de una palmera o una silla a la entrada de la casa (En la acera de la calle) se ve como una propuesta un tanto más tentadora.

Margarita es una isla turística, con grandes centros comerciales, me atrevo a decir que más grandes y con más variedad de tiendas incluso que en la ciudad capital, que de unos años para acá se ha modernizado en muchos sentidos, siendo sinónimo para los visitantes de playa, tiendas, licores y chocolates baratos. Sin embargo, en su gran mayoría, la isla sigue estando congelada en sus más puros orígenes pescadores y pueblerinos, con mujeres que hacen empanadas y hombres que salen a pescar por meses, y regresan con calamares, toritos y cazones. Es una esencia hermosa e ignorada por muchos, que al conocerla hace que te enamores de un modo especial de ésta pequeña parte del país.
A la sombra se sientan los vecinos a discutir las últimas noticias, quién salió con cuál muchachita, que la temporada de turistas ya se acerca o que la época está floja y se está vendiendo poco. Es de lo más común ver a abuelitas en batolas, jefas de la casa, sentadas bien arregladitas con sus kilitos de más, balanceándose en sus mecedoras, escuchando las letras alegres y a la vez melancólicas de un polo que narra desamores entre el hombre y el mar.

La garza prisionera no canta cual solía cantar
en el espacio sobre el dormido mar
su canto entre cadenas es canto de agonía
por qué te empeñas pues Señor su canto en prolongar

Común también es escuchar por las calles sones de cumbias y vallenatos, que adulteran la esencia venezoana mezclándola con la de nuestros numerosos vecinos, pobladores numerosos de éstos pueblos.
Muchas personas adineradas compran casas antiguas de pueblo y les hacen hermosas remodelaciones internas de estilo rústico, dejando el exterior con su fachada de colores clásica.


Pasando por una de mis zonas favoritas, "El Tirano" Se puede observar a lo lejos el cerro Guayamurí, nombrado en lengua guaiquerí como un sitio sagrado donde antiguamente se cree que se hacían ritos indígenas. Decretado parque nacional desde febrero de 1974, es una montaña con una mística innegable que aumentan el soplido constante del viento y la visión de "Los Frailes" a lo lejos cuando se está en sus laderas y amanece el firmamento despejado. Desde lejos quien lo visita por primera vez alega haber visto un volcán, por su forma peculiar y sus siempre fieles nubes de la cima (Generadas por la humedad alta del lugar), pero quien lo conoce de cerca puede darse cuenta que es un inofensivo cerro, lleno de "Pichigueyes" cactus gorditos con fruticas moradas que de niña me encantaba comer, cactus flaquitos, cactus medianitos, cactus puyudos todos, buscando sacar una gota de sangre a cualquier dedo o pierna desprevenida.

En la arena que limita con el mar, los peñeros esperan paciente y aletargadamente a que algún pescador los saque de su reposo, para guiarlos mar adentro con sus estómagos a prueba de mareos, entre las olas y corrientes, llegando a Cubagua, Coche o a ninguna parte.


Pero ¿Quién puede juzgar su eterna espera? si quien no se haya parado frente al mar infininito no puede entender el susurro que llevan las olas a la orilla, que mueren ahogadas o enterradas gritando secretos lejanos, escondidos en la espuma. Cuentan los antiguos peñeros, hoy convertidos en tures o sillas inclinadas donde los pescadores filetean los cuerpos sin vida de lo que una vez fueron peces, que si se presta atención, muy bajito, las olas te contarán historias que traen de altamar, cuentos de monstruos gigantes, diamantes que flotan, reflejos del sol que se convierten en mariposas, y canciones que nadie, absolutamente nadie conoce.





miércoles, 3 de julio de 2013

Y tiene una Z en el medio

"¿Which is that country of yours, again?"
 Dice el gringo, tratando de ubicar en un mapa mental a mi pequeño país al lado de México o Puerto Rico, imaginandose las casas sobre los árboles que usamos para vivir, los abuelos paseándose en guayuco, y los pequeños primos y hermanos corriendo detrás de   chiguires y cochinos alzaos. De seguro por su cabeza solo pasan enormes árboles, y al explicarle que tenemos edificios, seguro ni en un millón de años se imaginaría lo asombroso de la hermosa UCV, lo peculiar de la Torre Sindoni, lo auténtico del puente de Maracaibo. Cuando me pregunta de los paisajes de mi país, no puedo más que sentir cómo la piel pasa de ser lisa a tener miles de montañitas que causan escalofríos al recordar los tepuyes congelados en el tiempo, el mar de frailejones en el páramo, el sol llanero. Mi agridulce país, mi cuna.
"It's called Venezuela. It is written starting with a small V, and it has a Z right in the middle."