jueves, 18 de julio de 2013

Los peñeros hablan de Margarita

El son de un polo suave, con sus diez versos de ocho sílabas cada uno, forman el aura feliz y autóctona que representa la Isla de Margarita, o como le dicen los locales, "láisla". El calor de mediodía con el sol pelao' se ve como el paraíso para los europeos, quienes reposan como camarones insolados en las orillas de las playas que se ven por la carretera, pero para los que viven por allí en un verano eterno, la sombra de una palmera o una silla a la entrada de la casa (En la acera de la calle) se ve como una propuesta un tanto más tentadora.

Margarita es una isla turística, con grandes centros comerciales, me atrevo a decir que más grandes y con más variedad de tiendas incluso que en la ciudad capital, que de unos años para acá se ha modernizado en muchos sentidos, siendo sinónimo para los visitantes de playa, tiendas, licores y chocolates baratos. Sin embargo, en su gran mayoría, la isla sigue estando congelada en sus más puros orígenes pescadores y pueblerinos, con mujeres que hacen empanadas y hombres que salen a pescar por meses, y regresan con calamares, toritos y cazones. Es una esencia hermosa e ignorada por muchos, que al conocerla hace que te enamores de un modo especial de ésta pequeña parte del país.
A la sombra se sientan los vecinos a discutir las últimas noticias, quién salió con cuál muchachita, que la temporada de turistas ya se acerca o que la época está floja y se está vendiendo poco. Es de lo más común ver a abuelitas en batolas, jefas de la casa, sentadas bien arregladitas con sus kilitos de más, balanceándose en sus mecedoras, escuchando las letras alegres y a la vez melancólicas de un polo que narra desamores entre el hombre y el mar.

La garza prisionera no canta cual solía cantar
en el espacio sobre el dormido mar
su canto entre cadenas es canto de agonía
por qué te empeñas pues Señor su canto en prolongar

Común también es escuchar por las calles sones de cumbias y vallenatos, que adulteran la esencia venezoana mezclándola con la de nuestros numerosos vecinos, pobladores numerosos de éstos pueblos.
Muchas personas adineradas compran casas antiguas de pueblo y les hacen hermosas remodelaciones internas de estilo rústico, dejando el exterior con su fachada de colores clásica.


Pasando por una de mis zonas favoritas, "El Tirano" Se puede observar a lo lejos el cerro Guayamurí, nombrado en lengua guaiquerí como un sitio sagrado donde antiguamente se cree que se hacían ritos indígenas. Decretado parque nacional desde febrero de 1974, es una montaña con una mística innegable que aumentan el soplido constante del viento y la visión de "Los Frailes" a lo lejos cuando se está en sus laderas y amanece el firmamento despejado. Desde lejos quien lo visita por primera vez alega haber visto un volcán, por su forma peculiar y sus siempre fieles nubes de la cima (Generadas por la humedad alta del lugar), pero quien lo conoce de cerca puede darse cuenta que es un inofensivo cerro, lleno de "Pichigueyes" cactus gorditos con fruticas moradas que de niña me encantaba comer, cactus flaquitos, cactus medianitos, cactus puyudos todos, buscando sacar una gota de sangre a cualquier dedo o pierna desprevenida.

En la arena que limita con el mar, los peñeros esperan paciente y aletargadamente a que algún pescador los saque de su reposo, para guiarlos mar adentro con sus estómagos a prueba de mareos, entre las olas y corrientes, llegando a Cubagua, Coche o a ninguna parte.


Pero ¿Quién puede juzgar su eterna espera? si quien no se haya parado frente al mar infininito no puede entender el susurro que llevan las olas a la orilla, que mueren ahogadas o enterradas gritando secretos lejanos, escondidos en la espuma. Cuentan los antiguos peñeros, hoy convertidos en tures o sillas inclinadas donde los pescadores filetean los cuerpos sin vida de lo que una vez fueron peces, que si se presta atención, muy bajito, las olas te contarán historias que traen de altamar, cuentos de monstruos gigantes, diamantes que flotan, reflejos del sol que se convierten en mariposas, y canciones que nadie, absolutamente nadie conoce.





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