sábado, 6 de marzo de 2021

La búsqueda de un hogar

Primera vez que entro a este blog desde hace 3 años, que publiqué mi última nota relatando un poco de mi viaje al tope de mi país: el Pico Bolívar.

Diría que mi vida ha tenido más cambios y vueltas en estos tres años, que en los anteriores 24. Con estos cambios vinieron mil dificultades pero sin duda muchísimo crecimiento del cual estaré eternamente agradecida. Uno de los cambios mas grandes se nota a leguas por el lugar donde estoy escribiendo en este momento, y que siguió los pasos de muchos otros antes y después de mí: Me fui de Venezuela.

Desde que dejé mi nidito de playas irremplazables, sapitos sonoros y sabores de casa, he pasado por una montaña rusa de emociones, pensamientos, decepciones y cambios de filosofía. Amé y amo inmensamente mi país, pero así como luego de una ruptura amorosa donde se vivió con mucha intensidad y pasión, después de elevarse tanto la caída pega fuerte. Pasé por momentos de odio, de gritar que cómo era posible con todas las oportunidades que tuvimos todavía hubiéramos caído tan bajo. Me daba rabia las limitaciones que se me presentaron para crecer profesionalmente, el estado de los hospitales, la viveza criolla que me hizo vivir varias experiencias desagradables, el sufrimiento de mi pueblo y tantas injusticias que vive día a día. Para mi propio alivio me encontré diciendo que Venezuela no existía, que la conservaba como un recuerdo utópico de algo que podía llegar a ser y no lo fue, pero que ya no era ni sería más mi hogar. 

Con la frase cliché que dice que metí mi vida en dos maletas me fui, no solo del país sino emprendiendo un viaje de desprendimiento: desprenderme de emociones, de cosas materiales, de apegos y de relaciones. Creo que es simplemente una estrategia de adaptabilidad que ha desarrollado el ser humano. Cuando me encontraba en añoranzas y tristezas, pensaba en esos inmigrantes europeos escapados de la segunda guerra mundial, que dijeron adiós quizás para siempre a familiares y amigos, y yo con la bendición de tener wifi y Facetime, no me podía quejar. En tres años viví en 4 ciudades distintas, presenté los retos académicos más complicados de mi vida, conocí y despedí amigos, trabajé en el trabajo de mis sueños, conocí y aprendí de distintas culturas, encontré el amor y me casé, y comencé a construir mi propio hogar. 

Pero es en esa definición de hogar donde me ha sido más difícil establecerme. Desde pequeña mi meta siempre fue graduarme de una residencia médica en el Clínico Universitario, tener una casa con vista al Ávila y conocer partes de Venezuela nuevas cada fin de semana. Dentro de mi viaje de desprendimiento he trabajado para desprenderme también de ese sueño, pero me he desprendido de tantas cosas, que me doy cuenta que no me siento de ningún lado. El solo pensar en establecerme en un lugar para siempre me da piquiña, por más feliz que esté en el sitio que estoy en el momento. No me he logrado ver en un lugar por los siguientes 5 años, mucho menos por 10, 15 o 20. Al principio pensé que era porque no había encontrado el lugar ideal, pero hoy en día entiendo que es simplemente porque mi hogar físico lo dejé en un sitio que está a kilómetros de mi, donde todo el mundo habla español, donde se hacen parrillas los fines de semana y donde hay rios, mares y montañas a menos de 1h de camino. Hoy en día tengo paz sabiendo eso. No se si encontraré un sitio al que pueda llamar hogar y que se sienta igual que la ilusión con la que crecí, pero ahora defino mi hogar como el hecho de estar con mi esposo, rodearme de personas que me quieren y con quienes puedo compartir vida, y todo eso me hace feliz. He aprendido a descubrir nueva fauna, aves con cantos distintos, paisajes que no conocía y culturas que me maravillan. Nada nunca igualará a mi primer amor con Venezuela y sus maravillas únicas, pero es reconfortante saber que sea donde sea que estemos, siempre vamos a poder descubrir y apreciar cosas bellas y nuevas. 

En días como hoy que llueve mucho y huele a humedad, cierro los ojos y me transporto mentalmente a mi país, podría estar igualmente en una casita de Cata, debajo de una Churuata en Kanarakuni, en una posada de Mérida o en mi casa de Los Naranjos. Con estas imágenes en mi cabeza me decido a ir perdonando a Venezuela y a mi por todas las cosas negativas que he dicho, a agradecer por la gente valiente que sigue creyendo y dándolo todo allá, y a agradecer por la oportunidad que tuve de conocer y apreciar tantas cosas hermosas, y sobretodo, por tener el amor que me permite tener un hogar sin estar en casa, mientras sigo en la búsqueda de ese hogar físico, que sin el más mínimo apuro, espero que llegue algún día.


Gala

viernes, 15 de junio de 2018

Mérida desde El Bolívar: El techo de mi país

Cuando alguien te menciona la palabra "Desierto" ¿Qué es lo primero que se te viene a la mente? probablemente largas dunas de arena amarilla, brisa caliente y sol que te achicharra la piel, con unos pocos cactuses y lagartijas mostrándose como lo único vivo en la zona. Pues si, esa también era mi única percepción del desierto, hasta que conocí lo más alto de la Sierra Nevada venezolana.

Hay algo absolutamente mágico en los cambios, como el cambio de presión atmosférica, esas cositas que solo se ven si se aprende a observar bien. A medida que nos íbamos acercando a las nubes era increíble como se mostraba ante nosotros un mundo totalmente nuevo para mi, los frailejones cambiaban su aspecto de hojas anchas y aplanadas típicas del Frailejón de Octubre (Espeletia shultzii) para convertirse en churritos amarillos y delgados sin dejar de perder esa característica pelusita, ¿Sabían que hay 68 especies de frailejones en los Andes Venezolanos? y crecen sumamente lento, ¡1cm por año! así que hay que cuidarlos y respetarlos como los centenarios habitantes que son. 

Espeletia shultzii

A mayor altura las plantas se volvieron más chiquitas, los animales más escasos, hasta no ver más que unas pocas flores escondidas entre las grietas de roca negra y alguno que otro insecto, la poca vida y el ambiente árido que caracteriza a los desiertos. Con cada paso nuestros pulmones respiraban más hondo y nuestro cuerpo se sentía más pesado, sin embargo es parte de esa emoción que da la montaña, sentir los cambios del ambiente en tu propio cuerpo, en tu piel y tu organismo. Cada Rappel que hicimos en el camino a campamento Albornoz era la inyección de adrenalina que hacía falta para seguir el camino con el mismo entusiasmo que se tiene a 0msnm, incluso gracias al buen tiempo nos detuvimos a contemplar una de las vistas más maravillosas que Dios me ha regalado: El pico Humboldt en todo su esplendor, con el remanente glaciar llamándonos a conocerlo antes de extinguirse para siempre, fue sencillamente amor a primera vista, ahí le hice a ese pico la promesa casi romántica de conocernos y abrazarnos antes de darle la despedida a sus nieves perpetuas que pronto dejarían de existir.

Promesa de amor

Continuamos el camino hasta llegar a Campamento Albornoz donde montamos las carpas, compartiendo con otras dos de escaladores que se habían quedado un par de días para hacer varias rutas por la zona. Aprovechando el buen clima y los ánimos decidimos comenzar el ascenso, un pie tras de otro entre la roca oscura marcada por años de lluvia, nieve y glaciares antiguos que moldeaban lomos de ballena y caminitos sueltos. Nos dimos el gusto de contemplar el color turquesa absurdo de la laguna de Timoncitos con su agua estancada y prohibida, ¡pero que da la sensación que al adentrarte en ella entras en otra dimensión!



El camino se los hizo tranquilo, de rappel en rappel hasta Roca Táchira, donde el buen clima nos dió la despedida y comenzó una neblina fría con augurios de nieve que nos acompañó en el resto del recorrido, no es un ascenso extremadamente largo, pero el frío y la brisa nos obligaba a movernos con precaución y rapidez, confiando en nuestra cordada de reunión en reunión, caminamos sin ver los abismos, el cielo ni mucho mas allá de unos cuantos metros, pero gracias a Dios el augurio de nieve sólo fue eso, un augurio. Finalmente, agarrados de la roca a la derecha y con las nubes a la izquierda caminamos por un trecho después del cual, luego de pasar una roca grande pude ver a escasos metros aquello que me robó tantas noches el sueño, el imponente busto de Simón Bolívar inmutado y erguido, no pude contener las lágrimas, el momento que había visualizado y esperado desde hace tanto tiempo se encontraba frente a mi, el presente se hacía realidad, fui llorando desde que lo vi, todo el camino hasta que lo toqué, tocando el punto más alto de mi país a 4978msnm, lo abracé y grité desde lo más hondo de mi corazón "¡CUMBRE!" 

¡CUMBRE!

No dio mucho tiempo de celebrar, emprendimos el camino de regreso rápido para que no nos agarrara la noche, el camino se hizo corto e íbamos felices por haberlo logrado, gracias a Dios en uno de los últimos rappeles las nubes decidieron dejarnos ver parte del atardecer, y les digo, una experiencia totalmente alucinante es ver el atardecer desde un rappel.


Finalmente pasamos una noche llena de brisa que casi no nos dejó dormir, pero que nos recompensó con el más hermoso amanecer. Los pajaritos hipóxicos nos despertaron con sus cantos graciosos para tratar de robarnos pan, confianzudos sin depredadores allá arriba fueron la introducción a lo más hermoso de todo: un techo de nubes cubriendo Barinas que daba la sensación de uno poder irse caminando hasta el infinito entre pasos de algodón hacia los miles de colores que se dibujaban en el horizonte. Con un tecito caliente me senté frente a una roca simplemente a observar, a veces cerraba los ojos para respirar y sentir, solo para que al abrirlos mi corazón saltara de alegría nuevamente, quien vive esos momentos jamás cuestiona la magia de la montaña, son cosas que se quedan dentro de nosotros y nos hacen sentirnos un poquito más vivos.



No dejemos nunca de buscar lo que soñamos, no dejemos nunca de coleccionar momentos, y cuando los tengamos en frente, démonos el gusto de sentirlos, abrazarlos y hacerlos parte de nuestra historia.

miércoles, 20 de abril de 2016

Coro desde los médanos: Tierra de arena y brisa

Aproximadamente a las 3pm emprendimos nuestro rumbo hacia uno de los parajes más conocidos y amados de nuestro país: Los médanos de Coro. Me emocionó de sobremanera la idea de conocerlos por fín. Ya nos habían dado las advertencias: terminas con arena hasta donde pensabas que no podía llegar; bueno, eso estabamos por comprobarlo.

Como el sol coriano todavía resplandecía ardiente en el cielo, Víctor, nuestro amigo local nos recomendó a que esperaramos un rato a que bajara y que disminuyera la temperatura de la arena, asi que en nuestra espera fuimos a un serpentario poco ortodoxo que queda en la entrada a los médanos, lo describo así porque es un serpentario móvil. Si, MOVIL. El dueño, un emprendedor apasionado por las culebras, decidió que el hecho de no tener un local no iba a ser impedimento, así que en los asientos de un viejo autobús instaló los terrarios que sirven de hogar a las cascabeles, cuaimas piña, montañeras y demás culebras, que bellísimas nos saludaron con su mirada intrigante y su piel de colores, el señor incluso nos mostró la famosa Tarántula Azul, oriunda de esos lugares, dejando que recorriera nuestras manos con sus patitas peludas, pero se portó buenísimo y dócil (no apto para quien no simpatize con las arañas ni los reptiles)

¡Pueden pasar, queridos invitados!
Al bajar el sol entramos al mar de arena, quitándonos los zapatos para sentirnos totalmente libres, el paraje es increíble, lomas y lomas amarillas con una brisa incesante que hacía que el suelo se moviera. Caminamos hacia la loma más alta, dando vueltas y enterrando los pies. Desde ahí se tiene una vista preciosa, adornada con cujís alrededor, la ciudad de la cual nuestro corazón salió un rato y a lo lejos el cerro Santa Ana. Con la euforia atrapada en nuestro espíritu comenzamos a hacernos parte del paisaje de la manera más divertida ¡Lanzándonos del médano! agarrando impulso y dejandonos volar por unos segundos, para luego rodar colina abajo muertos de risa y con arena hasta en las orejas, luego se sube gateando y en la cima extender los brazos para hacerse uno con el viento. 

Fundiéndonos. Y a lo lejos, las pisadas efímeras de alguien que desapareció entre las colinas

La brisa es tan fuerte que los médanos nunca están iguales, algunos aparecen y desaparecen con el movimiento constante, pudimos comprobar esta fuerza cuando luego de una hora nos percatamos de que nuestros zapatos que habíamos dejado de lado se habían cubierto casi por completo de arena.

Cada vez que veas los médanos será un momento único, porque las lomas nunca permanecen iguales.

Allí estuvimos hasta el ocaso, donde Victor nos dijo con todo el sentido de pertenencia que se veían los mejores atardeceres, y he de admitir que tiene todos los argumentos para decirlo. 

Victor no eligió nacer en estas tierras, pero sin duda se enorgullece de que le haya sucedido

Nos quedamos quietos contemplando el horizonte cambiar de color, mientras la gran esfera naranja emprendía el descenso para acostarse a dormir. ¿Cómo es posible sentirse tan parte de algo que recién estás conociendo? más bien pienso que sitios así no somos nosotros quienes los visitamos, ellos nos conocen a nosotros, y nos hacen sentirnos un poquito más auténticos, más nuestros, nos llevan a rincones de nuestro corazón que solo podrían ser tocados al estar ahí, siendo. ¿En ese momento?

Venezuela
Un sitio donde, escondida entre el cielo multicolor y el mar de arena, dejé una partecita de mí, y a donde volvería seguro.

Gala

sábado, 2 de enero de 2016

Coro desde el casco: Los comienzos de Venezuela

En septiembre tuvimos la oportunidad de hacer lo que bautizamos como un "Mini roadtrip" por algunas partes de Venezuela que nos permitieran conocer detalles escondidos dentro de este país que nos vió nacer. Emprendimos nuestro  viaje Federico, Cris, Francisco y yo en un plan de parejas aventureras. Arrancamos en la tarde del 1ro de septiembre desde Turmero, nos tomó cerca de 6 horas en carretera llegar a Coro donde nos recibió una de las posadas más lindas del mundo. Ubicada en el centro de la ciudad de Coro, "La casa de los pájaros" está hecha en una casa colonial, de esas con patio central y aires de pasado. El dueño, un arquitecto que le inyecta claramente sus influencias artísticas a la casa, se esmeró en decorarla con cientos de antiguedades y murales de artistas locales, en sus paredes están escritas palabras de cariño y buenos deseos de viajeros que, como nosotros, quedaron encantados con el buen recibimiento.

Espacios comunes de "La Casa de Los Pájaros"



En la mañana del 2 de septiembre (Día de mi cumpleaños) comimos un rico desayuno cumpleañero en la posada para luego salir hacia el casco histórico. Todo el centro de Coro, o Santa Ana de Coro, se mantiene como estancado en el tiempo, como si los años desde su fundación aquel 26 de julio de 1527 no fueran tantos. Habiendo sido la primera capital de la Provincia de Venezuela, se puede decir que estabamos pisando los principios de nuestra patria. El cielo azul y el día soleado presentaban el escenario perfecto para nuestro recorrido. En la plaza Bolívar cerca de la iglesia de San Francisco, repuntando majestuosa con el contraste del cielo azul sin nubes, nos encontramos con Victor, un amigo de Francisco nacido en coro quien se presento como el mejor y más divertido guía, al menos hasta que nos encontramos con el señor Freddy, un historiador que nos llevó por todos los monumentos echandonos el respectivo cuento.

Iglesia de San Francisco levantándose majestuosa con sus calidos frente al cielo azul.

El casco histórico de Coro fué declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1993, y para entender el por qué sólo hay que caminar por sus calles de adoquines y sus casas de colores que guardan la historia más remota de nuestro país, y mejor si la brisa incesante te ayuda a imaginarte a las personas con sus atuendos coloniales sentados en los balcones. Visitamos la cruz de San Clemente, la cual fué la que se utilizó en la primera misa después de la fundación de Coro, por lo que también es símbolo de la construcción cristiana del país, cerca por su puesto de la iglesia de San Clemente, pequeña, tierna y rudimentaria, la cual se caracteriza extrañamente por tener un ancla guindada en el techo. Nos paseamos por la casa de las ventanas de Hierro, la cual es característica porque sus dueños originales, mantuanos pudientes, elaboraron las ventanas de la casa de ese material el cual intercambiaron por cacao. Esto era una de las mayores muestras de ostentosidad de la época.

Revelando la influencia mora que trajeron los españoles, estas ventanillas claramente de origenes árabes se elaboraban para separar a la servidumbre de los amos, y desde aquí los esclavos podían ver a los invitados que llegaran a la casa, sin ellos ser vistos.
Entre contrastes de colores cálidos distintivos con los que pintan las paredes de las casas saliamos de una y entrabamos en otra. El balcón de Los Arcayas es característica por su enorme balcón con vista a la calle y al gran patio, que presentaba una placentera área de recreación para la época, convertida la casa hoy en día en un pequeño museo. Pudimos ver muchas cosas de lo más pintorescas, como los fósiles del caparazón una tortuga gigante, bóvedas secretas donde se escondían los tesoros familiares, árboles de olivo macho cuadros retratando a los primeros dueños de las casas con sus mejores atuendos, todo en un ambiente lleno de historias, calor fresco y venezolanidad. 

Calles que transportan al pasado

Pasillos
Terminamos nuestro recorrido ante el calor de mediodía en el museo de arte de Coro, donde con cariño nos despedimos de nuestro guia Freddy, quien nos confesó que su orígen era Nicaraguense, pero que a pesar de venir de tierras tan lejanas, sabía más de nuestra historia que muchos de nosotros.

Freddy, nuestro guía Nicaraguense en Coro.
Bajo la sombra que nos brindaban los árboles de la plaza Bolívar nos sentamos a conversar refrescándonos con la brisa. Quedé tan fascinada de haber conocido los inicios de quienes somos, de la amabilidad de la gente, de lo bien cuidados que están todos estos monumentos, de ver con esperanza que todavía quedan personas que amen lo nuestro y pueblos que conserven su escencia. 

Nunca dejemos de tener curiosidad de nuestros orígenes, de tener presente nuestra identidad. Al fin y al cabo, eso es lo que realmente nos hace Venezolanos.

Gala

sábado, 12 de septiembre de 2015

La Cordillera desde Naiguatá: Entre el mar y la montaña

Hay múltiples rutas por las cuales se puede ascender al pico, nuestra aventura comenzó en la cota mil, donde hay casi invisible una entrada, comun para los deportistas locales, por donde se sube una escalerita digna de un cuento de los grimm, con nuestros bolsos a cuestas caminamos la primera subida hasta una via de concreto por donde pasó un auto deseandonos buen viaje lejos de los motores que no fueran nuestros pies. Al poco tiempo de camino encontramos la estacion de inparques, o "guacharacalandia" como mas bien pareciera ser su nombre, ya que a nuestra llegada nos recibieron cientos de guacharacas mansitas quienes nos miraban curiosas en busca se algun pedazo de pan, ahi nos registramos y continuamos. En nuestro camino nos pasaron de ida y vuelta varios deportistas, algunos de avanzada edad, quienes con pasos ágiles mantenian su cuerpo haciendo del camino una rutina, recuerdo haberle dicho a uno de aproximadamente 70 años que nos paso de largo solo con un termo en la mano "señor cuando sea grande quiero ser como usted" a lo que el me respondio sonriendo "para eso tienes que nunca dejar de hacer esto, y bañarte en el agua del tanque, que es mágica" con esta premisa al llegar a El Tanque nos refrescamos mojandonos toda la cara, realmente el agua helada pareciera tener algo que recarga las baterias al inetante.

There's a lady who's sure all that glitters is gold 
And she's buying a stairway to heaven.
Subimos por una via llamada "Las Banderas" la cual es la personificación de la canción "Stairway to heaven" debido a que es sumamente inclinada y algo dificil para los que se inician a conocer la via, pero al voltear, la vista es magnífica: Caracas en todo su esplendor, cada vez más lejos, cada vez más alto, como si subieramos unas escaleras al cielo. El camino entero, aunque largo, es una experiencia genial. La vegetación abundante y viva va cambiando a somera vista conforme aumenta la altura, los letreros que anuncian la llegada a los distintos lugares son reconfortantes, y ver hacia atrás como nos alejamos de la ciudad da una sensación increible de libertad. 

Amor combina con aventura
UPAAA

Finalmente luego de unas horas y de habernos quedado sin agua, llegamos al pico, montamos nuestra carpa en un sitio al que llaman "el anfiteatro" donde parece mentira ¡pero caben un monton! Pusimos todas cerquita para hacer como nuestra mini comunidad, aunque allá arriba no hace falta ser muy exclusivo, ya que la mayoria de las personas son muy abiertas y amables, es como que otros aires los que se respiran, incluso se unio a nuestro grupo un montañista en sus dias de fiebruismo. Que absurdo cómo la ciudad nos ha hecho ver extraño a quienes son amables solo por serlo, sin alguna segunda intención, ¡como nos cuesta confiar! 

Nuestro concurrido hogar sobre las nubes, nuestra apacible comunidad temporal

Arriba la montaña nos trató con cariño. El cielo se pintó completamente azul con un sol que, a pesar de tenerlo más cerca que abajo en la ciudad, no sentimos el calor pegajoso, enmascarado dentro del clima frio y seco, razon que nos costó una buena insolada inexperta. Al mediodía nos reuniamos a comer, y como para este viaje procuramos cada quien su almuerzo el momento se convertía en un gran compartir de esos a los que no estamos acostumbrados, pero que endulzan el ambiente con la generosidad que el mundo nos ha hecho perder. En una de esas ocasiones Llevaron un pollo con champiñones enlatado que se veía como el mejor almuerzo aventurero del mundo, pero que al probarlo tenía textura de pescado y sabor de comida para perros, un fiasco que nos llevó una decepción pero un montón de risas.

Durante el día nos dimos a la tarea de ir a explorar los picos de alrededor, esas obras de arte de miles de años de evolución donde la brisa pega más duro, los caminos son rocosos con vegetación que consiste en gramíneas y árboles bajos. Una vez arriba es inevitable cerrar los ojos y respirar hondo como si el aire nos fuera a inflar toditos, y al abrirlos contemplar. La Caracas domada por la distancia te envolvía en una calma multicolor, con sus calles y casitas inofensivas extendiéndose a lo largo de las montañas, y allí, viendola de lejos, de este a oeste, provoca amarla más.

Para cantarte a ti puse al arpa 
Todas las cuerda de oro 
Para cantarte a ti mi garganta 
Recogió un ruiseñor 
Durante las noches el frío y la brisa hacían que no pudieramos sentir los deditos, buscando todos un refugio necesario dentro de la carpa, bajo las estrellas. Nuestra salvación esa noche fué una sopita de sobresito Maggi a la cual le echamos varios vegetales y para rematar, un huevo, quedó mejor que cualquier sopa servida en un restaurante francés, calentandonos el cuerpo y el alma.

Por ultimo en la mañanita antes de que saliera el sol, bajo el manto del frio que cala hasta los huesos salimos con pasos lentos a recorrer el camino hasta la cruz de Naiguatá, donde hay que ir por caminos pedregosos y subir a la roca final, hogar de la majestuosa cruz de aluminio que se alzaba etre nubes y colores que adornaban el firmamento mientras el sol se levantaba para darnos el buenos días más bonito que puede existir.

No puedo describirlo, hay que vivirlo
Allí, con la cruz alzada sobre Caracas a la izquierda y La Guaira a la derecha, entre el azul del cielo y el azul del mar, entre la playa y la ciudad, como extendiéndose sobre el punto más alto del mundo, conmemorando la victoria de Jesús sobre la muerte, alzandose Dios sobre toda nuestra desordenada tierra, como esta cruz sobre la ciudad de la furia tuve la sensación de que la paz que se siente aquí arriba algún día volverá a sentirse abajo. Que nuestra fe nunca muera ya que nos queda historia, vivencia y trabajo, mientras que a Dios le confiamos los milagros.

Esperanza

Gala


miércoles, 3 de junio de 2015

El llano desde el río, un hogar lejos de casa.

"Todo este campo es mío, mío 
el arco iris baja 

la tarde de musica 

la lluvia de cantaros 

y una garcita plumarosa"

Hay algo de lo que nunca he escrito, realmente no se por qué, ya que es una de mis principales fuentes de inspiración y un sitio al que se que puedo llamar mi hogar.
Una buena parte de mi infancia transcurrió entre dunas de arena hirviendo que se fundian en un río de agua no tan fria y no tan cálida donde pasabamos horas y sólo salíamos para comer (a veces) ¿Cómo no sentirte parte de un sitio tan hermoso?

Hablo nada más y nada menos que de río Cinaruco, en el bajo apure, un sitio que hoy en día es conocido por ser un destino aclamado por los jóvenes con carros rústicos, cerveza y equipos de sonido lo suficientemente grandes, pero asi no es mi casa. Desde que tengo uso de razón recuerdo a mi rio como un sitio apacible donde sólo se oye la respiración de las toninas y las aves pescando, y así es como lo hemos tratado de mantener siempre, imaginándolo como lo era hace unos años, un territorio casi completamente virgen. Desde mi hogar en Aragua agarramos hacia guárico, pasando por los morros que siempre me han parecido nidos de termitas gigantes, recorriendo el estado de punta a punta llegando a los Esteros de Camaguán, cruzando el apure entramos en ese estado de atardeceres, pasando por pueblos llenos de casitas que exiben productos de lo más curiosos, como carne de chiguire salado guindado de ganchos en los techos, brebajes que contienen todo tipo de plantas y que prometen curar desde los dolores menstruales hasta el mal de chagas, catalinas de papelón y arequipe de búfala, todo bajo árboles que cubren a los llaneros del ardiente sol que se despliega sin obstáculos sobre el manto azul del cielo, ya que no hay ni una montaña que le impida el paso. 

"Aquí me quedo contigo, aunque me vaya muy lejos"


Entre Lagunas donde descansan búfalas con pajaritos en sus lomos llegamos al camino de tierra que lleva a Las Galeras de Cinaruco, en el parque nacional Santos Luzardo, que hace honor a aquel personaje tan querido salido de la mente soñadora de Rómulo Gallegos (quienes me conocen saben que es mi escritor favorito) son las únicas formaciones "montañosas" que hay en esos lugares, son una especie de lomas graníticas que geológicamente forman parte de la Guayana venezolana y donde se pueden encontrar, si se buscan bien, petroglifos tallados por antiguos habitantes indígenas de la zona.

Entre la sabana infinita surge un campamento sencillo llamado "El Porvenir" atendido desde hace muchos años por el señor Daniel, colombiano de nacimiento que después de tanto tiempo conservaba su acento vecino combinado con coloquialismos llaneros, ahí dejamos nuestros carros y en lanchas llevamos todo hasta una isla que Daniel muy cariñosamente ha llamado "Isla de Maria Margarita" en honor a mi madre, que no deja que nadie asiente campamento allí cuando estamos, para que no perturben la paz de esa zona. Armamos un campamento que consiste en una cocina general, varias carpas, y en lo que a nosotros respecta, un "toldo de chinchorros" diseñado por mi mamá, donde caben guindados cómodamente nuestros 4 chinchorros.
Nuestro hogar temporal, con una silla donde nos sentamos todas las mañanas a ver el amanecer

Muchos no se imaginarían el contraste de colores y ambientes que guarda el río, el cual emerge entre miles de morichales y guayabitos, recorriendo un camino zigzageante que deja ver playas de arena rosada marcadas con pisadas de alcaravanes y guanaguanares fluviales, bajos donde hay que pisar arrastrando los pies (REGLA NUMERO UNO DEL RIO) cuidando que alguna raya enterrada no vaya a clavar su aguijón venenoso, bosquecitos en cuya sombra descansan las babas, laberintos de agua que entran a lagunas escondidas donde las toninas de vez en cuando salen con su respiración

sonora a observar qué visitante ha llegado a su hogar, y más importante, si este trae algún pescado el cual puedan robarse. En fin, el llano es un reververo de vida, lleno de constante movimiento y sonidos discretos. Por lo general a nuestros viajes llaneros nos llevamos bote de motor y Kayaks, y sin duda una de las cosas más inspiradoras es dejar de remar y simplemente escuchar la vida a tu alrededor, sentirla, sentirte parte de ella.

Laberintos de verdor y vida

El fin principal de estos viajes desde que soy pequeña es la pesca. Mi mamá es lo que yo llamo una "fiebrua integral" ya que ama tanto este deporte que no solo tiene un amplio conocimiento acerca de cañas, carretes y señuelos, sino que hace sus propias plumas, plomos pintados con caras de pescaditos que cual caballo de troya hacemos nadar inocentemente esperando la mordida de algún pez. En el rio hay una gran variedad de peces: Caribes con sus dientes afilados, bagres bigotudos, guabinas prehistóricas, pero el más deseado de todos es el colorido pavón, cuya pelea es la más buscada y su carne es la más versátil para cocinar, hemos hecho desde nuggets de pavón hasta estilo Thai con leche de coco, ¡y todos quedan extraordinariamente buenos!


Pescar no es solo lanzar sin quedarte enredado en algun arbol y esperar a que el pescado muerda el señuelo, para mi es una experiencia que va mucho más allá, es envolverte algo mucho más grande, lanzar, recoger, esperar, respirar, sentir y ser. Luego de horas de remar en esas aguas que nunca han visto más olas que las de los botes y bongos que pasan a toda velocidad, no hay nada mejor que pararte en una playa y recostarte en el bajo, limbo entre agua y arena, para terminar de fundirte con el paisaje. Es increible como nada más hace falta estando allí, sin teléfonos, sin multitudes, sin carros, sin preocupaciones. A veces me pregunto ¿Es necesario regresar a sitios como este para apreciar y disfrutar realmente la vida? yo pienso que si, personalmente creo que a veces necesitamos reencontrarnos cara a cara con el primer regalo que Dios nos dio (después de la vida, claro), con nuestra primera casa, con nuestro lado salvaje que no requiere de tanto para sentirse vivo, solo descubrir que lo está y descubrir su alrededor.



Hablaré de varias microhistorias de mi rio querido, para vivirlo mejor, con más detalle y más de cerquita.

Nunca dejen de SENTIR.

Gala

domingo, 22 de marzo de 2015

Perú desde Caracas: Un mercadito con maíces morados.

Tan negritos que son morados
Perú es un país que se encuentra al oeste de Suramérica limitando con Ecuador, Colombia, Brasil, Bolivia y Chile, total que ni cerca está de este país que se escribe con V chiquita, pero como dice uno de mis cantantes favoritos Jorge Drexler: "Todos somos de todos lados" y quienes por una u otra razón tienen que dejar la tierra que los vió nacer no pueden evitar llevarse consigo algo de esa esencia que no se puede tocar, guardadita en el corazón. Es esa esencia la que le da un colorido particular a los domingos de Caracas desde las 8:00am hasta las 4:00pm, en Quebrada Honda por la plaza Amador Bendayan, allí cerquita del teatro frente al Sistema de Orquestas la acera se llena de color y música.

El lienzo culinario


¿sed?
Toldos varios donde destacan los colores rojo y blanco ofrecen un pedazo del perú expresada en varias formas, como CDs de música tradicional (En un momento dado tratamos de bailar a su ritmo sin éxito alguno más que un par de carcajadas). Por todos lados encontrabas bolsitas de yute arruchadas que exhibian granos varios, harinas, quinoa, y el más emblemático de todos como para dar el toque maestro a la pintura que hacía la escena: El maíz morado. Sí, resulta ser naturalmente morado, y es una parte super importante de la gastronomía peruana, ya que con él se hacen incluso postres, y la bebida más autóctona de todas: ¡La chicha morada! Por todos lados podias ver gente vendiendo las botellitas llenas de ese líquido que a simple vista parece refresco de uva, y que no vayan a pensar es como la chicha de acá, espesa y densa, no no no, es completamente líquida y refrescante, dulce y con una esencia a especias, sobretodo a clavos, que se queda un ratito en la boca, es de lo más curiosa y agradable. 
Un agua coleada, transparente entre tanto color. La mejor forma de refrescar el día

Encontramos además miles de prodúctos que podria considerar rarísimos, como líquidos que prometían quitar todos los males, unguentos, cucherias extranjeras, recetas para los platos tradicionales y hasta algunos tabúes como la hoja de coca, la cual se toma en te o se "masca" a modo de estimulante. 







Perú con todo
Como nos agarró el mediodía decidimos matar el hambre al mejor estilo peruano. Bajo toldos que daban a todo una tonalidad roja (La bandera de Perú) varios personajes exhibian con orgullo los platos que tenían para ofrecer más allá del famoso ceviche. Decidimos pedir un "Perú con todo" el cual era una bandejita medio inmensa con varias comidas tradicionales (que no incluían ceviche ni maíz inflado) El plato consistia en: Lomito salteado, Causa peruana (Estómago), pollo con salsa de pan, pollo asado, arróz verde y arróz blanco. Comimos con gusto pasandolo con chicha morada. Estaba rico menos la causa, no nos gustó para nada, ¡pero si tienen agallas y curiosidad no dejen de probarla! tiene una textura interesante y un sabor realmente inolvidable, aunque de todo sinceramente me quedo con mi tradicional ceviche. Para rematar terminamos nuestro almuerzo comiendonos unos heladitos, pero no de cualquier tipo, ¡De chicha morada! fué mi cosa favorita en todo el día, casi que me como tres de una sentada, también probamos el de "Lúcuma" que es una fruta peruana la cual nada más se come en helado, sabe a un mantecado super dulce".


Lúcuma, chicha morada y "Maracuyá" para decirlo más exótico

Sentados en las escaleras frente a la iglesia descansamos la barriguita viendo el vaivén de gente con un fondo musical de flautas extranjeras, esos bellos pedacitos de otro país en el mio me dieron una leve nostalgia. ¿Cuántos pedacitos de Venezuela no están esparcidos por el mundo? ¿Cuántos corazones llenos de tricolor se han tenido que marchar, llevandose un poco de lo que somos para darle color a otros lugares, o simplemente para no sentirse tan solos? Quizás algun día me toque, y a pesar de que dicen que "todos somos de todos lados" no se puede negar de donde se es.

Viajar al extranjero sin moverse de país.

Perú no es solo un pedazo de tierra, Perú también es su gente.

Y nosotros, nunca dejemos de ser Venezuela.

Gala